Nos reunimos en pequeñas comunidades para vivir la comunión fraterna con Dios y ayudarnos a crecer en la propia vocación y misión. La formación, que se vive y se acompaña en cada comunidad, tiene como fin la integración progresiva al grupo particular, a la Comunidad Nacional, a la Comunidad Mundial y a la Iglesia.

Todos los miembros de CVX formamos un solo cuerpo y nos identificamos con los Principios y Normas Generales y con el Carisma. Allí está el fundamento universal de nuestra vocación que trasciende las particularidades culturales. Vivimos en comunión con todas las instancias de la Iglesia pues somos comunidades eclesiales. La vocación laical de la CVX es una opción entre otras que enriquecen la Iglesia que “servimos humildemente porque la amamos apasionadamente”. Como laicos, la Iglesia nos encarga la evangelización de la familia, la cultura, estructuras políticas-económicas, etc.

“Es una experiencia con­creta de unidad en el amor y en la acción” (PP.GG., 7).

La comunidad, no se limita a la comunidad particular de jóvenes, sino que se extiende a la CVX Nacional y Mundial, a las comunidades eclesiales de las que somos parte y a toda la Iglesia.

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