lunes, 22 de mayo de 2017

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María, la Madre de Jesús y Madre de Dios, es sumamente importante para los cristianos. Sin embargo, en la Iglesia, hay diversas maneras de experimentar esa vinculación con María. Por eso, hay muchas advocaciones y devociones respecto de ella: Caacupé, Lourdes, Fátima, Guadalupe, Nuestra Señora del Camino, etc.

Pero María es una sola. La misma muchacha campesina de Palestina que le dijo “sí” al Plan de Dios es la misma quien fue madre de Jesús. Es la misma que ayudó a criarlo, la misma que fue su discípula. La misma que estuvo con Él hasta la Cruz fue la que acompañó la comunidad de sus apóstoles y a la primera Iglesia. Esto fue lo que San Ignacio pudo intuir y experimentar en sus Ejercicios Espirituales. Una María, Madre, pero compañera, siempre al lado de Jesús. Por ello, él mismo se definió como peregrino y vio a María como Señora del Camino.

Nosotros, que tenemos la espiritualidad ignaciana, somos herederos de esa experiencia y María es para nosotros, compañera de Camino. Aquella que conoce más que nadie a Jesús y quien nos pone con Él. Y es también, nuestra Madre, en quien ponemos nuestra confianza, sabiendo que ella no nos referirá a sí misma, sino siempre a su Hijo. Como buena madre, nos dará lo mejor que tiene: a Jesús.
Este mes recordamos a María, en su advocación de Nuestra Señora del Camino. Elevemos una oración en este tiempo especial, para que ella nos coloque con su Hijo Jesús.

Escrito por Arnaldo Flecha S.J.

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